domingo, 24 de septiembre de 2017

LA FÁBULA DE LOS GEMELOS

 
Gemelos
Marianne von Werefkin
(rusa,1860-1938)

Un hombre que tenía dos hijos de signo opuesto, uno muy optimista y el otro muy pesimista, siguió el consejo de un amigo de dar a cada uno, por su décimo octavo cumpleaños, un obsequio muy distinto: algo fabuloso para el pesimista y algo horrible para el optimista. Tal vez así se equilibrarían los estados de ánimo, opinaba el amigo.
Llegado el día, el padre hizo salir a los chicos a ver los dos regalos que estaban tapados en la calle por sendas sábanas.

El pesimista descubrió una potente moto japonesa y empezó a gritar y llorar a su padre: “¡Tú lo que quieres es que me mate!”

El optimista destapó un enorme excremento y empezó a bailar, loco de alegría.

- “¿Qué celebras, idiota?”, le preguntó su hermano.

A lo que el optimista contestó: “Si aquí hay este excremento es que enseguida viene mi caballo”.


El vaso a la mitad

         El padre del cuento no encuentra una solución para aplacar a sus hijos mellizos. Siempre que hay un vaso cuyo contenido está a la mitad, algunos dirán que está medio lleno, y otros exclamarán decepcionados que está medio vacío. Es difícil que el optimismo o el pesimismo sean unánimes.
Heráclito y Demócrito
Bramante
(italiano, c. 1443/1444-1514)

         Es lo mismo que sucede en nuestros propios corazones. Tenemos días en que todo va bien, y de las situaciones oscuras nos animamos a sacar beneficios. Pero también ocurre que caemos en negatividades tan grandes, que nos convertimos en modelo de pesimistas. Los más disciplinados logran matizar los extremos, pero nadie está permanentemente en una sola posición pues esta dualidad, como muchas otras, es típica de la naturaleza humana. La vida es fluctuación y este no permanecer en un estado forma parte de nuestra calidad, si sabemos ver.

         Desde la antigüedad griega se ha presentado al pesimismo y al optimismo a través de la oposición de Heráclito, el filósofo que llora, y Demócrito, el filósofo que ríe. Con estas características el tema se hizo famoso en la literatura y en el arte, desde el Renacimiento hasta entrado el siglo XX. Un ejemplo es el poeta peruano Clemente Althaus (1835-1881), que en un texto titulado con el nombre de los dos filósofos, y dedicado a una tal Amalia, dice:

Preguntarme te plugo, amiga mía,
cuál es el que mi verso más alaba:
Demócrito que todo lo reía,
o Heráclito que todo lo lloraba.

         Heráclito (efesio, 540 aC-470 a.C.) fue apodado el oscuro, porque su estilo era de carácter enigmático. Veía el universo formado por contrarios en perpetua oposición, de lo cual surge el constante cambio o devenir de los hombres y las cosas. Planteó un principio normativo, como una síntesis, que algunas interpretaciones lo identifican con el fuego, elemento cósmico primordial.
Áreas de altos espíritus
Paul Klee
(suizo, 1879-1940)


         Demócrito (griego, 460 aC-370 a.C.), fundó la teoría atomista. Concebía el universo hecho de innumerables corpúsculos o átomos sustancialmente idénticos, indivisibles, eternos e indestructibles, que se encuentran en movimiento en el vacío infinito, y se diferencian entre sí en cuanto a sus dimensiones, su forma y su posición.


          Aunque se los presente antagónicos, estos filósofos no tenían posturas tan opuestas. Cuando hablan de la ética, Heráclito invitaba a la sabiduría que consiste en entender cómo se conduce el mundo, y ese entendimiento sería la base de la moderación y el autoconocimiento.  Demócrito decía que la aspiración natural de todo individuo es a la tranquilidad de espíritu. Es un equilibrio interno que se consigue mediante el control de las pasiones por el saber y la prudencia.

         El poeta Clemente Althaus termina la poesía mencionada, con estos versos:

Y solo aprobará mi poesía
al que, siempre guardando el justo modo,
algunas veces llore y otras ría,
que hay lugar en la vida para todo.
Ni toda es farsa que a reír convida
nuestra vida, ni lúgubre tragedia;
si damos a la risa media viva,
damos también al llanto la otra media.


         Frente a la recomendación de cultivar el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad que algunos postulan, es mejor tener la experiencia de la libertad, en el sentido de aceptar que sólo vivimos cuando arriesgamos siempre de nuevo esta vida y dejamos que la vida viva.

Pesimismo y Optimismo
Giacomo Balla
(italiano, 1871 - 1958)


domingo, 10 de septiembre de 2017

LA FALACIA DE LA COMPARACIÓN

Señales cósmicas
Alan Davie
(escocés, 1920-2014)
El mulá Nasrudín iba vestido con una túnica harapienta y sucia. El gobernante lo increpó:

- "¿Cómo te atreves a presentarte ante mí en ese estado de suciedad? ¿Es que no te da vergüenza?"

- "Siempre estoy relativamente limpio", contestó Nasrudín. "En mi alforja guardo otra túnica y me la pondré cuando la que visto ahora esté más sucia que ésta."

- "Pero ¿cuándo las lavas?"

- "Nunca. Cada vez que la túnica que estoy usando está más sucia que la que llevo en mi alforja, me la cambio. ¡Siempre estoy relativamente limpio!"


El sentido de limpiar

         Nasrudín es un personaje mítico de la tradición popular sufí, una especie de antihéroe, cuyas historias sirven para ilustrar enseñanzas y hacer reflexionar a quien las lee u oye. Representa distintos papeles: agricultor, padre, juez, comerciante, sabio o tonto. Se lo reconoce siempre como mulá, que es un término de Medio Oriente para maestro.
Queja ante el sultán
Sultan Muhammad
(turco, 1475-1550)

         En este cuento, Nasrudín nos pone ante una comparación entre dos túnicas, una que tiene en uso y otra guardada en su alforja. Tanto en la acción como en los elementos mencionados, nos encontramos ante distintos significados del relato.

         La comparación entre las túnicas es la acción relevante de la historia. Constantemente las personas nos pasamos comparando opciones entre dos o más elementos, cuestiones y seres de todo tipo. Cuando estamos frente a un objeto desconocido es inevitable que tendamos a relacionarlo con otro, ya conocido por nosotros, haciendo un ejercicio comparativo en el que el intelecto desarrolla una gran actividad. La educación usa de la comparación y la analogía para llevar a los educandos a la comprensión y el conocimiento de la realidad, porque son las formas básicas de la humanidad para relacionarse con la existencia.

         En la literatura, a esta figura también se la llama símil, que es establecer una comparación entre cosas determinadas, para trasladar las características simbólicas o físicas de una a otra. La frase: sus ojos como dos esmeraldas brillaban en la noche, es un símil que traza un paralelo entre los ojos de color verde y las piedras preciosas. También se usa mucho en la vida cotidiana, como en los siguientes ejemplos:
Ten cuidado si sales de noche que la calle está oscura como boca de lobo.
Fabio está alto y flaco como un poste de luz.

Contraste de formas
Fernand Léger
(francés, 1881 - 1955)
         El cuento nos recuerda que las comparaciones pueden ser falaces, cuando empleamos argumentos con el fin de engañar, distraer o descalificar al interlocutor. Ocurre también cuando hay una mala construcción de la comparación. Hay tantas falacias que cualquier intento de clasificación resulta inútil. Desde que Aristóteles (griego, 384-322 a.C.) redactara sus “Refutaciones sofísticas”, no hay dos planteos que tengan el mismo ordenamiento.

         Para evitar los engaños en las comparaciones, tan necesarias por otro lado para la existencia y el aprendizaje, es bueno vivir con atención el presente, evitando compararlo con un pasado que ya no está, o con un futuro que todavía no ha llegado. La túnica que Nasrudín tiene en la alforja es del pasado, está sucia. Y si en el futuro se la pone, seguirá sucia, aunque parezca más limpia que la que tiene en el presente, lo cual es muy relativo. Mejor, que resuelva el presente.

         Hay otros aspectos de la vida en los cuales conviene no comparar. Por ejemplo, en la relación con otros, como cuando cotejamos nuestra dicha o la tristeza con las del vecino. En estas situaciones conviene entender que todo cambia, que la existencia es un constante devenir, y lo valioso es sumergirse en el presente propio, contemplando aunque sea sin comprender, donde la comparación será una insignificante falacia.


Ventanas sobre la ciudad
Robert Delaunay
(francés, 1885 - 1941)